https://www.losandes.com.ar/la-situacion-minera-necropolitica-y-reaccion-popular---por-fundacion-pedemonte
NOTA PUBLICADA EN 2019
Hay una forma de hacer política de forma abusiva y desequilibrada que damos en denominar necropolítica. Se basa en el precepto ideológico que toman algunos decisores para actuar pensado que algunas vidas tienen mayor valor que otras, o que se puede incrementar el riesgo sin importar la consecuencia. Esta incapacidad para imaginarnos en escenarios futuros, hace que nuestra sociedad sea permeable a aceptar a algunos actores que modelan nuestro entorno influenciados por el marketing político, y no por dotes reales para planificar y crear ambientes sanos y dignos, para ser bien vividos en el presente y en el futuro.
La vulnerabilidad, la multivariabilidad, la evaluación integrada del riesgo, entre muchísimos factores más ayudarán a determinar las tolerancias del territorio para diversas prácticas y planificaciones presentes y futuras. La epidemiología ambiental es la clave, una rama de la ciencia aún no bien explorada en Mendoza.
Expresiones callejeras
Esta opción se está mostrando en Sudamérica como otra de las claves para un futuro mejor. Mendoza, orgullosa de sí misma y de su relato, está sufriendo un proceso de pérdida de identidad que se hace evidente en el uso de su suelo. Lo vemos aquí reflejado en una Mendoza que ha ido lentamente tornándose gris. Lo vemos en la cementización de sus calles y estructuras, en la irrespetuosidad hacia el patrimonio, en el modelo de expansión urbana fragmentada, en su falta de brillos, artesanos, música y flores, y que hoy no escapa el volteo de una norma como la 7.722, esencia de este pueblo.
Muchos sentimos que a Mendoza se la quiere desdibujar, reinventar, como si no tuviera un pasado orgulloso; lenta e imperceptiblemente.
Si lo mostráramos en porcentajes, una gran parte se la llevaría la falta de creatividad dirigencial y su crisis de representatividad; pero mucho también estaría en un estilo: la falta de capacidad para el pensamiento “en consecuencia”. Cada vez que un decisor pone la firma, debe entender cabalmente que sus actos tienen reflejos en el tiempo y en la distancia. Muchos efectos aparecen bastante pronto, pero otros obviamente lo harán 20 ó 30 años después.
En estos escenarios, ¿podemos pensar en el “despegue”? Ingresar megaproyectos y prácticas de naturaleza abusiva al mismo tiempo que se está profundizando en el debilitamiento estatal, el ajuste y la falta de presupuesto suena a toda luz incoherente y desligado de la realidad. La evidencia surge por todas partes: los conocimientos técnicos hasta esta fecha son insuficientes y hay caso omiso al principio precautorio. Los megaproyectos extractivistas como son la minería metalífera contaminante y el fracking, con instalaciones tan complejas requieren un estadio de desarrollo superior al que es obligatorio actualmente. Hay evidente falta de conocimientos e instrumentos administrativos para la protección de territorio, suelo y comunidad… El pueblo lo percibe y se expresa en las calles.
¿Qué pasaría hoy en Mendoza, si la actividad del fracking evidenciara una relación entre sismicidad y explotación petrolera no convencional? ¿Qué pasaría si se contaminaran nuestros bienes difusos, como el aire, el agua, el suelo en estos nuevos escenarios de calentamiento global y cambio climático?
Alguna punta de hilo ya apareció, surgen evidencias científicas al fin.
Por otro lado, si no podemos siquiera controlar agroquímicos rutinarios en nuestros alimentos, ¿cómo suponer que estarán acaso los recursos, la metodología y el presupuesto asignados en las zonas del codiciado oro negro en agujeritos?
¿Nuestros legisladores serán capaces de diseñar instrumentos de sobre aseguranza en la realización de este tipo de megaproyectos que aún no han generado la suficiente evidencia científica? No podrían aunque quisieran. Y lo peor es que no quieren.
Fracking va de la mano de la megaminería; pobres regalías y rebajas de cargas, controles débiles, pueblos menos soberanos de sus recursos, barros minerales de incalculable valor oculto que se nos escapan, laboratorios sin insumos y sin know how…, en fin la lista es infinita y no reconoce fronteras.
La provincia debe esperar a que el desarrollo tecnológico y la evidencia científica permitan decisiones con un margen de seguridad más amplio, y con reglas de juego más favorables a sus comunidades, a su pueblo.
Nuestra provincia, poseedora de una de las aguas prístinas más valiosas del continente, puede decidir vivir mejor y discutir otro tipo de diversificación productiva que distribuya riquezas en forma más equitativa y sana. Debemos elevar la mirada y buscar un proyecto de provincia que nos dé entusiasmo colectivo, que se apoye indefectiblemente en nuestra identidad, que planteemos una matriz basada en la ecología de nuestros saberes, en la ampliación del conocimiento y en la incorporación de tecnología para el beneficio soberano de nuestro pueblo.
Proponemos mientras, a nuestros representantes, la creación de una agencia de epidemiología ambiental equipada tecnológicamente para que trabaje en establecer las tolerancias objetivas de nuestro territorio. Por lo pronto, Mendoza debe esperar.